10.26.2016

Documento sin título'.

Aparecías de repente y todo se llenaba de luz,
nada,
así viniste.

Tú,
elegimos mal, cosas de críos,

quiero volver a empezar
un día pensaré qué decir, qué hacer.
islas, desamparadas.
enteros desiertos de nada.
ratas en un barco,
orgullosos marineros,

No sabían,
o no querían saber,

que el barco hacía aguas.
Un día ya pensaré.
Islas, llenas de gente.
Entre puertos,
R encontró la X y así de seguido,
oligarcas y campesinos,

valían lo mismo,
intentaban disimular aunque ya era tarde.
Virgencita, apiádate de los desgraciados.
Iglesias abarrotadas,
rabia acumulada.

Un día lo pensé.
Navidades.
Árboles nevados, blancas alas de la muerte.

Vidas paralelas,
inspiración
aspiraciones a medias,
dados trucados.

Meditando, junto a un árbol,
estrepitosos zumbidos,
dioses,
islas, confusas,
ogros y granjeros.

Vista de pájaro,
alas en el cielo,
caminando entre las nubes,
islas,
alas sobre las islas.

Meditando, bajo el árbol,
entre pensamientos,
dominados por,
islas conectadas,
oleaje.

Misericordiosos, pues,
un día pensaréis,
en aquel mendigo,
rogando unas monedas para cenar,
todos lo ignoraban,
olvidaron lo que fueron.

El tiempo volaba,
sabíamos eso,
todos lo hacíamos,
o casi todos.

Navidades,
odiosas navidades.

Elefantiasis visceral,
sudores fríos.

Vidas paralelas,
ideología
daños
amor.



Crónica de una muerte anunciada

Morían las flores y los campos, reducidos a ceniza y reducidos a escombros las casas de los campos; sufrían los labradores y sufrían sus familias por ellos; sufrían los animales y sus vástagos.

Exiliados.

Exiliados de sus tierras sin un lugar al que ir, pues todo era ya de cemento y de ladrillos.

Ya no se escuchaba el dulce cantar del ruiseñor, ni el del jilguero tampoco, y tampoco se oían las risas de los niños ni se oía a sus madres llamarles para ir a cenar.

Ya no olía como huele el campo, y nunca más lo hará, puesto que todo era ya de cemento y de ladrillos.

Moría la vida y nacían colosos cimentados. Moría la vida y morían las viejas costumbres, y también morían los recuerdos y nacían la nostalgia y la tristeza.

Exiliados.

Sin tener a dónde ir. Las buenas tierras de labranza cambiaron de manos.

Manos frías y ajenas a las buenas tierras de labranza.
Manos extrañas al jilguero y al ruiseñor, y también pies; pies extraños al arroyo y a sus peces, y a las
flores y a los campos.

Y es que donde antes los niños cruzaban el arroyo, sólo quedan McDonalds.