6.28.2016

Voces en la lluvia

Aparece y desaparece. Maldito cursor. Esa intermitencia interminable me empieza a abrumar. Este es el décimo día frente a una página en blanco. Puto verano, demasiado tiempo libre; aún así,insisto. Saco un pitillo del cajón, el dichoso cajón de la mesa, que siempre me araña con un clavo suelto.
El reloj del móvil me invita a ir a dormir, pero estoy demasiado frustrado para hacerle caso, y después de cenar me hice prometer que escribiría algo, y a estas alturas ya me da igual lo que sea, solo quiero ir a dormir y dar a mi conciencia algo con lo que calmarse.


Eres el mal,
si quieres,
eres perfección,
entre mis sienes.


Y ya está.


El humo grisáceo del cigarrillo está colapsando toda la habitación hasta límites absurdos. Y toso.
Empecé a fumar por acompañar otros vicios sanos como echar un buen polvo. Y, justicia poética. Este año lo que no me he gastado en condones ha ido a parar a Paco el estanquero, y a este paso lo voy a retirar.
Y no me avergüenzo, ¿sabéis? este año han habido obispos menos célibes, y yo, casto y puro me agarro a mi acuciante bloqueo buscando juntar un par de palabras que me paguen el alquiler. Supongo que no debí dejar la universidad. Ahora sería un estupendo ladrillo en un muro multinacional por veinte mil al año. Y es probable que pudiese tener una casa para mi solo.
No es que me queje de mis compañeros de piso, al principio eran muy majos, pero la maría les ha pasado factura y ahora están más colgados que mis huevos, que por cierto parecen un cojín rojo y mullido que sostienen mi salchicha del amor.


Antes de dar por terminado el día, cojo el móvil para ver si otra alma cándida se manifiesta en Twitter. Y no, claro que no. A veces se me olvida que la gente tiene una vida.
Así que más perezoso que corto, y tambaleándome, me atuso el bigote. Y me desplomo en la cama buscando en la almohada el consuelo que tan raro me hace sentir y pienso en el futuro.
Y los pensamientos acaban fluyendo en un torrente de sueños y ronquidos, dice el clamor popular, aunque yo no ronco; sueño con Marta, y con el día que se fue, sueño con el futuro y sueño con arañas, para no variar. Mi subconsciente siempre sabe lo que me gusta, y hace lo posible por hacérmelo ver.
Putas arañas.


Para cuando despierto, Pablo y Marcos ya están comiendo y su velada, amenizada por la televisión, cortesía de Bob Esponja. Sé que es Bob Esponja porque son las cuatro. A las cuatro es cuando mis dos amigos hacen su cuarta comida del día, después del cuarto peta de la jornada, y porque les encanta ver Bob Esponja cuando están colocados, que es la mayor parte del tiempo. Hay quienes los envidia, pero es porque no los conoce. Detrás de tanto humo y tanta risa esconden mucho dolor. Supongo que por eso somos tan buenos amigos; el dolor une a la gente. Es el gran pegamento que sostiene la humanidad, tanto, que creo que hay males que son necesarios. Es la muerte de alguien la que hace que familias se reconcilien, es un atentado lo que hace que las masas se unan, olvidando todo lo demás.
Pero tras esta fachada de fraternidad sólo hay humo. Cuando uno recibe una noticia, ya sea buena o mala, se preocupa o se alegra, según se dé el caso, durante unos segundos por los implicados, pero después uno empieza a pensar cómo le afecta a él. Porque Plauto, y siglos después, Hobbes, decían que el hombre es un lobo para el hombre. En mi opinión el hombre es un lobo. Sin más. Solitario, individualista. Pero somos seres individualistas que no sabemos vivir en soledad, porque moriríamos; por lo que la evolución nos compensa con egoísmo.
Necesitamos a otros seres humanos, nos guste o no, para trabajar, entretenernos, sobrevivir.
Y también porque, para qué nos vamos a engañar, una paja nunca es suficiente.
La cuestión es que había quedado con el capullo de mi editor en un par de horas y no me apetece salir de casa; lo único que quiero hoy es sentarme frente a la máquina de escribir y, para no variar, quedarme frente a ella sin hacer nada y volver a la cama para seguir compadeciendome.