3.25.2016

El viejo y el mar

Había una pequeña cantina en la orilla del océano. Llevaba allí mucho, tanto, que hasta los más viejos la frecuentaban en su niñez.
 No eran más que cuatro paredes de madera desgastada, con grietas y restos de pintura, que el agua y la sal reclamaban, con legendaria paciencia, a la espera de ese final que el viejo Santiago intentaba retrasar con masilla y nostalgia.
Ya no quedaba gente a la que servir, pero la historia rebosaba dichosa hasta desparramarse por cada confín del Caribe. Allí bebieron marinos y servicios, terratenientes y hombres de negocios, labradores y pescadores y también sus familias.
Pero, cuando al temido océano se le asocia el mayor depredador del mundo, el tiempo, poco hay que hacer más que resignarse a terminar con toda la dignidad que le quede a uno.








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